En casa reina la paz (¿será porque todos duermen la siesta menos yo?). Es el momento de repasar mis apuntes sobre cómo crear una masa madre y ponerme a ello antes de que se despierten e interfieran en ese mágico proceso que voy a intentar por primera vez y que empieza con un puñadito de harina integral de centeno y un poquito de agua.
Ya estoy en la cocina y sigo sola y en silencio. Lo primero es escoger el bol más apropiado para mezclar los ingredientes y que reposen de 1 a 3 días, tranquilos en un rinconcito de la cocina. El cristal es la opción más limpia y la que me va a permitir ver, eso espero, como mi masa madre se va haciendo mayor y va llenándose de burbujitas.
Ahora pongo 120 g. de harina de centeno y 120 de agua mineral más un chorrito (¿un chorrito? Eso escribió mi profe de Babette en su receta, que poco concreto…) para que la cantidad de agua sea un poco mayor que la de harina. Y, después de mezclarlo, busco el gorrito de ducha, que nunca me falte para tapar los boles en los diferentes pasos de la elaboración de mi pan, mucho más cómodo que el papel film y reutilizable.
Mañana, nada más levantarme, correré a mirar la masa para ver si las deseadas burbujitas han empezado a aparecer. Y sí, sí, os contaré lo que vea.