Miércoles 2 de noviembre, 8:48

Sí, sí, mi masa madre va evolucionando claramente. Aún está más brillante que ayer y huele huele. Además mirando la parte de abajo del bol… Sorpresa: Burbujitas, toda la parte de abajo está llena de burbujitas. ¿Y ahora qué tengo que hacer? Corro al librillo de Babette. Ya mismo tengo que refrescarla pero no llego al cole de los niños. Asi que masita, tienes que esperar hasta que vuelva.

Martes 1 de noviembre, 23:05

Doce horas después de mi última anotación en este blog, mi masa madre bebé perezosa parece que empieza a animarse un poco. Da la sensación de estar brillante, como si la hubiera pincelado con agua. Y el olor cada vez me recuerda más al de un trocito de queso de burgos que se hubiera pasado. Ay, como me gustaría que Bea, de Babette, pudiera oler también por debajo del gorrito de ducha y oir su opinión de experta panadera.

Martes 1 de noviembre, 11:05

Hoy me siento una panadera frustrada, por eso debe ser que no me he sentado delante del blog hasta ahora.
La masa madre sigue evolucionando favorablemente pero tannnnnn despacio. Y los panes de trigo y centeno, fatal. Han quedado muy feos y se han hundido por el centro. He ido a leer el librillo de Babette y creo que, efectivamente, las masas habían sobrefermentado.
Me tomaré estos panes en tostadas con aceitito del bueno,  y como una lección más en mi carrera de panadera recién iniciada. Y seguiré alentando a mi masa madre bebé, ¿será que hay que hablarla con cariño para que crezca, como a las plantas?

Lunes 31 de octubre, 20:44

Le he dado varias vueltas al bol, he mirado por arriba, por abajo y nada, no hay cambios. Pero he destapado un poquito y huele más ácido todavía. ¿Lo estaré consiguiendo? Según las notas del «librillo» de Bea, voy por el buen camino.
Mientras tanto estoy horneando dos panes de harina de trigo y de centeno, huele de maravilla. Acabo de bajar el horno a 150º después de haberlos tenido 10 minutos a 250. Una horita y a apagar.

Lunes 31 de octubre, 8:06

Una panadera casera no tiene porque madrugar. Pero claro yo me acosté pensando si mi masa madre recién nacida cambiaría algo durante la noche.
Abro un ojo, veo que ya es de día, en parte también porque ayer fue el cambio de hora de otoño,  miro el reloj (8:02) y me tiro inmediatamente de la cama para correr a la cocina, para ver y oler debajo de un gorrito de ducha. ¿Estoy mal de la cabeza? ¿Me he dejado abducir por los duendes de las levaduras?
Pero no, no puedo apreciar ningún cambio, aunque parece que quisiera empezar a oler un poco ácido. O seré yo que quiero ver que va avanzando. NO, definitivamente, huele un poquito ácido. ¡¡Bien!! Pero no me va a quedar más remedio que tener paciencia.
Menos mal que mi profe me dio masa madre de la suya y, mientras consigo por primera vez crear la mía, ayer empecé a preparar todo para poder amasar hoy por la mañana y hornear esta tarde. Así se me quita un poco el gusanillo y la paciencia me da un poquito más de si. A mi y a los de mi casa, que no entienden nada de lo que está pasando en los dos boles que hay en la encimera de la cocina tapados con un gorrito de ducha.

Domingo 30 de octubre, 16:14 h.

En casa reina la paz (¿será porque todos duermen la siesta menos yo?). Es el momento de repasar mis apuntes sobre cómo crear una masa madre y ponerme a ello antes de que se despierten e interfieran en ese mágico proceso que voy a intentar por primera vez y que empieza con un puñadito de harina integral de centeno y un poquito de agua.

Ya estoy en la cocina y sigo sola y en silencio. Lo primero es escoger el bol más apropiado para mezclar los ingredientes y que reposen de 1 a 3 días, tranquilos en un rinconcito de la cocina. El cristal es la opción más limpia y la que me va a permitir ver, eso espero, como mi masa madre se va haciendo mayor y va llenándose de burbujitas.

Ahora pongo 120 g. de harina de centeno y 120 de agua mineral más un chorrito (¿un chorrito? Eso escribió mi profe de Babette en su receta, que poco concreto…) para que la cantidad de agua sea un poco mayor que la de harina. Y, después de mezclarlo, busco el gorrito de ducha, que nunca me falte para tapar los boles en los diferentes pasos de la elaboración de mi pan, mucho más cómodo que el papel film y reutilizable.

Mañana, nada más levantarme, correré a mirar la masa para ver si las deseadas burbujitas han empezado a aparecer. Y sí, sí, os contaré lo que vea.